dijous, 24 de març del 2011

Muere Elizabeth Taylor, la última gran estrella de Hollywood

La actriz falleció ayer a los 79 años debido a una insuficiencia cardíaca, en un hospital de Los Angeles donde estuvo seis semanas.

por Rodrigo González
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Le quedaban pocos amigos en Hollywood. Se había ido quedando sola y su estatus de viuda negra de la era dorada del cine norteamericano crecía y crecía con los años. En el 2008 había muerto Paul Newman, su compañero de reparto en La gata sobre el tejado caliente, y en el 2009 su amigo Michael Jackson dio su último suspiro. Pero las cosas se habían puesto tristes ya en 1984, cuando su gran amor y dos veces esposo Richard Burton fue fulminado por un derrame cerebral en Suiza. Elizabeth Taylor, que ayer murió a los 79 años tras una insuficiencia cardíaca severa, guardaba desde aquella época en el cajón de su velador la última carta enviada por Burton desde Europa.

Los decesos, las enfermedades y las vidas pendientes de un hilo siempre rodearon a esta actriz, la más popular de la época dorada de Hollywood tras Marilyn Monroe. Su gran talón de Aquiles fue su salud ("Mi cuerpo es un desastre", solía decir) y ya en 1960 una pulmonía derivó en una operación de traqueotomía que estuvo a punto de matarla.

Finalmente su cansado corazón dejó de latir, tras estar internada durante seis semanas en el centro médico Cedars-Sinai de Los Angeles. Su historial clínico fue variado y profuso, con enfermedades crónicas a la columna, operaciones de caderas, un tumor benigno en el cerebro en 1997, episodios alcohólicos , una internación por drogas en 1988 y un reemplazo de válvula cardíaca en el 2005. Desde ese año su luz había empezado a apagarse y sus últimas apariciones en público sólo eran la sombra de tiempos mejores.

La muerte de Elizabeth Taylor llegó a ser tan previsible que aquel 2005 el periódico The New York Times le encargó su obituario a su principal crítico teatral, Mel Gussow, quien murió ese año. La nota quedó guardada y fue reproducida ayer en la edición online del diario.

Nace una estrella

La ley no escrita en Hollywood dice que las estrellas infantiles nunca prolongan su éxito inicial y que tarde o temprano terminan como Shirley Templel o Macaulay Culkin. Es decir, sólo conocidos por sus éxitos de la primera edad.

Elizabeth Taylor fue el caso opuesto: tras sus primeros pasos a los diez años en Lassie (1943), el resto de su carrera sólo fue estrellato y glamour, alcanzando la cumbre en los años 50 y principios de los 60. Actuó con los más grandes de su época, todos salidos del Actor's Studio: con Montgomery Clift en Ambiciones que matan (1951) y otros dos trabajos más, con Paul Newman en La gata sobre el tejado caliente (1958), con Marlon Brando en Reflejos en tus ojos dorados (1968). Pero a ella las técnicas de actuación no le hacían falta y lo suyo era talento natural.

El muy disciplinado Paul Newman llegó a decir: "Elizabeth Taylor es pura intuición. Siempre me maravilló su ferocidad actoral y la capacidad que tenía para conectar con sus emociones". Y uno de sus mentores, el director Joseph L. Mankiewicz, también la elogiaba en su momento. "Puede hacer todo lo que pida el guión ", afirmaba quien la dirigió en Cleopatra (1963). "Para Taylor, vivir es una especie de actuación y su existencia parece una película", puntualizaba.

A pesar de que sus contemporáneos ya habían desaparecido, la muy sociable actriz logró entablar una gran red de relaciones fuera de Hollywood y esto se vio reflejado ayer en las primeras muestras de condolencias. El ex hombre ancla de CNN Larry King afirmaba que "se había ido una mujer con agallas", mientras que la conocida periodista Barbara Walters comentaba: "Hasta hace poco estábamos en contacto y yo pensaba que iba a superar el episodio. No pudo ser".

A su vez Michael Caine y Jane Fonda, actores de una generación posterior a la diva, también lamentaron su muerte. Mientras el primero despachaba vía Twitter un muy cortés "fue un gran ser humano", Fonda decía: "Una mujer íntegra, en todo nivel. Amable, generosa, valiente".

Uno de sus hijos, Michael Wilding, también destacó el gran arrojo vital de su madre. "Fue una gran mujer que vivió la vida a plenitud. Con pasión, humor y amor".

Heroína dramática

Dos de las películas más brillantes de su carrera fueron La gata sobre el tejado de zinc caliente y De repente en el verano, ambas basadas en dramas de Tennessee Williams. La actriz representó en la pantalla mejor que nadie a las apasionadas heroínas del dramaturgo sureño. "Las mujeres de Williams son eróticas y llenas de drama, siempre al borde del colapso", dijo en una oportunidad a Los Angeles Times, dejando en claro su afinidad.

Su vida sentimental borrascosa y su honestidad a la hora de hablar con los medios le venía probablemente de su madre, una ex actriz. Su tendencia a abusar de los calmantes y la propensión al alcoholismo eran herencia de su padre, con quien nunca se llevó demasiado bien.

Nacida en 1932 en una acomodada cuna familiar de estadounidenses afincados en Londres, Taylor fue el símbolo del rostro perfecto en Hollywood y algún camarógrafo hizo notar una vez que su cara era simétrica. Apenas medía 1.57 metros, pero eso poco importó ante un medio que idolatraba sus ojos color lavanda y que además la premió con dos Oscar en 1961 por Una Venus en visón y en 1967 por ¿Quién le teme a Virginia Woolf?

En términos cinematográficos, Elizabeth Taylor fue una de las estrellas femeninas más masivas de Hollywood. No ganó tantos premios como Katharine Hepburn ni Ingrid Bergman (la primera tiene el récord de cuatro Oscar y la segunda se llevó tres), pero su nombre y su figura son definitivamente más imperecederos.

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