El tabaco engancha, y mucho. Y es un problema de salud de primer orden. Porque una de cada dos personas fumadoras fallecerá por causa directa de su consumo, lo que se traduce en 700.000 europeos al año. Porque en el Viejo Continente, además, trece millones de individuos sufren enfermedades relacionadas con los cigarrillos. Porque la incidencia de potología coronaria en los fumadores es tres veces mayor que en el resto de población. Porque la posibilidad de padecer una enfermedad dwe corazón es proporcional a la cantidad de pitillos fumados al día y al número de años en los que se mantiene este hábito nocivo. Porque causa casi la totalidad de los cánceres de pulmón, de laringe y de vejiga.
Ante esta perspectiva: ¿qué hacemos? Hasta hace pocos años, no muchos, las medidas que se iban llevando a cabo enseguida encontraban una contramedida. ¿Que nos obligan a insertar en las cajetillas mensajes de advertencia? Pues nos inventamos unas fundas para cubrirlos. ¿Que debemos aislar a los fumadores en nuestros locales? Pues invertimos en obras y levantamos habitáculos reservados...
Por suerte: España aprobó en 2011 la nueva ley antitabaco, el mayor avance en salud pública de los últimos viente años. Defendía la prohibición de fumar en cualquier espacio de uso colectivo, abierto al público y que no estuviera al aire libre. Gracias a ella hemos conseguido reducir en consumo de tabaco de un 26,4% en 2006 a un 24% en 2011-2012.
Los mayores beneficios: se han producido en los no fumadores o, mejor expresado, en los fumadores pasivos. Por tanto, no puede considerarse de ninguna forma como una ley agresiva o que atenta a los derechos de los fumadores; a los que, por cierto, no se discrimina en absoluto en cuanto a la utilización de recursos sanitarios, como ocurre en otros países. Es, además, bueno que no exista ninguna distinción, ya que los consumidores de tabaco no pueden ser considerados de ninguna forma como culpables, sino como los principales perjucados o víctimas, y, en consequencia, se les debe prestar toda ayuda para que abandonen el hábito.
Aun así, la medida legal en vigor es insuficiente. España continúa figurando como uno de los países en los que más se fuma. El desceso está siendo demasiado lento, especialmente se nos comparamos con países como Australia o Canadá, que han conseguido reducir el tabaquismo hasta el 17%. Por ello, desde finales del pasado año se está debatiendo en el Parlamento Europeo la nueva Directiva de Productos del Tabaco, que, entre otras dísposiciones, pretende retirar del mercado cigarrillos con sabores para evitar el consumo juvenil y la capacidad adictiva de la nicotina; o aumentar el espacio dedicado a mensajes de advertencia en las cojetillas, del 50% al 75%.
Vyara desde la revista "Muy interesante"
dimarts, 15 d’octubre del 2013
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