Carlo Maria Martini fue enterrado ayer en el Duomo de Milán, en medio de un respeto popular que se
ganó gracias a las virtudes que no dejó de practicar nunca: la inquietud intelectual, el diálogo, la duda
permanente, la voluntad de compartir los espacios de fe y de la racionalidad, el entendimiento con los
sectores laicos e incluso abiertamente contrarios a la doctrina oficial, la intermediación en momentos
trágicos de la historia italiana.
Martini pudo ser Papa, pero terminó con un retiro casi monástico en Jerusalen, desde donde siguió
explorando los límites de sus creencias y las fronteras que muy pocos se atrevieron a cruzar.
Ocupó durante muchos años un espacio en el corriere, desde donde contestaba cartas de los lectores
y estableció con Umberto eco una espléndida conversación que es un ejemplo de horizontes amplios
y conciencia crítica.
Dijo a un interlocutor "A pesar de la diferencia entre mis creencias y su falta de fe, somos iguales,
como los hombres que viven en el estupor ante la vida".
anna
dimarts, 4 de setembre del 2012
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada