Una buena estrategia de los que gobiernan es tener escudos humanos contra la malevolencia. Tener en quien recaiga la crítica por los desaciertos y el popular castigo de la murmuración no obedece a incapacidad, como piensan los maliciosos, sino a depurada destreza. No todo puede salir bien ni se puede contentar a todos. Debe haber un testaferro, blanco de los errores por su propia ambición ilegítima.
Nuria Rollón
07/02/2017
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