Por el cinco de enero,
cada enero ponia
mi calzado cabrero
a la ventana fria.
y encontraban los dias,
que derriban las puertas,
mis albarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve reatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el rio,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocio.......
Miguel Hernández
dimarts, 12 de gener del 2016
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